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Imágenes del trabajo del mañana en tiempos de aislamiento

Desde el inicio del aislamiento social preventivo y obligatorio, la mayoría de la población se encuentra trabajando de manera remota, así como estudiando y enseñando a distancia, por videollamada o celebrando los cumpleaños a través de una aplicación. Aquello que se proyectaba para dentro de varios años, en pocos días se convirtió en realidad

Hace algunos meses, desde el MIT SloanSchool of Management Thomas Malone, afirmaban que algunas de las próximas grandes innovaciones no vendrán de nuevas tecnologías, sino de nuevas formas de colaborar. Hoy podemos afirmar que su visión fue totalmente acertada y precisa. Todos estamos interactuando de manera muy diferente a cómo lo hacíamos tiempo atrás, y lo que parecía extraordinario al principio, ya se ha naturalizado.

Desde el inicio del aislamiento social preventivo y obligatorio -entre muchas otras rutinas- trabajamos de manera remota, estudiamos y enseñamos a distancia, consultamos a un médico por video llamada o celebramos los cumpleaños a través de una aplicación. Definitivamente, todos estamos viviendo un tiempo de aceleración exponecial de los procesos de transformación. Aquello que se proyectaba para dentro de varios años, en pocos días se hizo realidad.

Definitivamente, la aparición del COVID-19 y la posterior prescripción de quedarnos en nuestras casas, han sido un punto de inflexión respecto al futuro del trabajo, que nos permite, como una película que adelanta y retrocede, poder ir observando algunas pinceladas de los impactos en las personas, las organizaciones y las sociedades de cada una de las variables.

Un artículo publicado recientemente en el Washington Post puntualizó que estamos frente a un gigante experimento sobre cómo vamos a vivir y trabajar en el futuro. Desde estas tierras del sur, podemos afirmar que es apasionante poder analizar cómo se van desarrollando y desencadenado los hechos. Es como si estuviéramos en presencia de un gran laboratorio social universal, en el que cada uno es un actor protagónico y las consecuencias se pueden observar a diario.

Lo que está claro, es que estamos transitando un momento de la historia en el que los cambios se están desplegando a una velocidad inusitada y todos estamos siendo impactados en múltiples sentidos, cada día.

Un viaje al futuro, que se hace realidad rápidamente.

Y desde ya, el mundo laboral, siempre tan sensible a cualquier factor, ya está acusado recibo. Según un estudio OIT, 1.500 millones de personas podrían verse impactados (ya sea por desvinculaciones o reducciones en salarios o cantidad de horas), especialmente en los servicios de hospedaje, aeronavegación, turismo, entretenimiento, gastronomía, industrias no prioritarias, comercio minorista y actividades administrativas. Su Director General sostuvo que los trabajadores y los negocios están enfrentando una catástrofe. Hay que moverse rápido, con decisión y en conjunto. Las mismas ideas que se proponían respecto al futuro del trabajo, que llegó anticipadamente, se deben aplicar.

Y precisamente, ese el aspecto que queremos destacar. Durante los últimos años, en diferentes foros se debatió el tema. Es ahora cuando hay que actuar. Si bien son múltiples y variados los aspectos que se podrían profundizar, en esta oportunidad vamos a focalizar en cuatro de ellos:

Transformación digital

No eran pocos lo que sostenían que la transformación digital no los iba a impactar, que era para otras profesiones, para otras industrias. Son ellos mismos los que sienten que esta crisis fue como una artefacto explosivo que les estalló repentinamente.

No hay profesión ni organización que no esté expuesta a la digitalización y a la necesidad de recurrir a la tecnología para poder sobrevivir. Vale destacar que no es ni una moda ni una sofisticación innecesaria, es simplemente el habilitador para poder ejercer cualquier actividad actualmente.

Y la transformación digital implica, fundamentalmente, transformar la mentalidad. Ser digital es poder pensar y actuar capitalizando todo aquello que la tecnología nos brinda. Las personas y las organizaciones que carecen de ello hoy, están siendo marginadas totalmente de cualquier posibilidad de seguir actuando. Quienes se adelantaron en sus procesos de cambio, hoy están teniendo una gran capacidad de respuesta.

Trabajo distribuido y remoto

Si hay algo que todos hemos podido probar en este período es el impacto que tiene trabajar fuera de los lugares habituales para hacerlo desde el hogar. Organizaciones que durante años se resistieron a hacerlo, tuvieron que implementarlo de un día para el siguiente. Y actividades que nunca hubiéramos pensado que podrían hacerse de manera distante, de repente nos dimos cuenta que sí era factible.

Enseñar, presentar un programa de TV, “ir al teatro”, sesión de terapia, ofrecer una clase de gimnasia o participar de un funeral son solo algunos de los muchisimos ejemplos, ya que está onmipresente. Lo que está claro en este aspecto es el cambio radical que provoca como asimismo lo rápido que nos acostumbramos. Y empezamos a detectar todas las ventajas que tiene, los ahorros que genera y la optimización del tiempo que nos ofrece.

Pero también, reconocemos sus desventajas, las incomodidades y los requerimientos indispensables que conlleva. Por mencionar solo algunas: la infraestrutura necesaria -tanto desde las empresas como en las casas, que muy pocas están preparadas para ello-, lo difícil que es trabajar en Latinoamérica de esta manera teniendo Internet cara, lenta y que no siempre funciona y -fundamentalmente- la cultura para poder ser productivos. Lo que sí está claro es que esta modalidad hasta hace no más de 40 días era presentada como un beneficio -al que muy pocos podían acceder- y hoy es, para la gran mayoría de los casos, la única opción.

Trabajadores autónomos, independientes y freelancers

Es muy amplio el abanico de personas involucrados en este segmento poblacional, desde los que ofrecen sus servicios profesionales (médicos, odontólogos, psicólogos, kinesiólogos, abogados, contadores, arquitectos, diseñadores, entre otros) pasando por los múltiples oficios (electricistas, plomeros, pintores, gasistas, jardineros, albaniles, peluqueros, técnicos, entre otros) hasta una amplísma variedad de actividades.

Desde hace muchos años se está discutiendo si el trabajo en relación de dependencia tiene proyección, si todos seremos en algún momento trabajadores independientes que le prestaremos servicios a diferentes organizaciones o algo intermedio. O, posiblemente un nuevo modelo, aún desconocido.

Pero si hay algo que nos permite observar esta pandemia es cómo aquellos que trabajan de manera independiente son impactados y la fragilidad laboral a la que se ven expuestos. Pero atención, ya que del mismo modo, quienes tienen sus “empleos garantizados” (por estar en relación de dependencia), lo pueden perder rápidamente o ver reducidos sus ingresos de manera sustancial. Evidentemente, se deben idear mecanismos de protección social para poder considerar tanto este tipo de contingencia como muchas otras que pueden emerger. Consideremos que, además, muchas de ellas son actividades críticas para la sociedad (como en este caso personal de la salud, farmacéuticas, científicos, higiene, seguridad, alimentación, energía, comunicación, etc.) por lo que ojalá nos ayude a reconocer qué es auténticamente crítico y se lo reconozca – en el sentido más amplio-apropiadamente.

Trabajadores de plataformas

Según BID, las descargas de apps de logística y entrega de comida se incrementaron 50% en promedio en Latinoamérica entre la primera y última semana de marzo. Pensemos que esta actividad hasta hace muy poco tiempo se la discutía si era legal o ilegal, hoy está considerada esencial.

Lo que empezó como una posibilidad emergente, se instaló y rápidamente nos dimos cuenta del valor que agregan y la importancia del servicio que brindan. Pero también es un segmento para el que se deben articular los mecanismos apropiados para minimizar su vulnerabilidad y exposición a contingencias.

Muy posiblemente cada vez sean más los servicios que puedan ofrecerse a través de esta modalidad y las complejidades que empiecen a plantearse sean diferentes, pero lo que está claro es que la sensillez con la que uno puede solicitar, la velocidad de respuesta y la experiencia del cliente tienden a facilitar la conexión entre el que requiere algo y aquel que lo puede brindar.

Sintetizando, lo que estamos viviendo no es más que una proyección de lo que podría ser el trabajo del futuro. Muy posiblemente, estemos ante un momento fundacional, en el que se revisen los aspectos negativos y se potencien los positivos. Evidentemente, más tarde o más temprano el COVID-19 terminará, mientras tanto, algunas preguntas para reflexionar: ¿Estamos desarrollando las vacunas para evitar el virus de la precariedad laboral? ¿Qué estamos haciendo cada uno en este período que nos lleve hacia nuestro futuro trabajo? ¿Qué nuevas capacidades estamos desarrollando? ¿Si la crisis en lugar de ser sanitaria fuera tecnológica, cómo podríamos reaccionar? ¿Nos estamos preparando en serio para la próxima pandemia? ¿Estamos actuando de acuerdo con nuestros valores y desplegando nuestra mejor versión? Hemos tenido la posibilidad de viajar al futuro y volver, ojalá aprovechemos la oportunidad que se nos brindó!